El tren salió a la estación como a la boca de un túnel, a silbidos.
Se hizo ristra trastabillando contra las primeras luces.
Luego, inmóvil, el resuello de la máquina supuso una escarbadura
de toro que ve un trapo colorado.
A su frente amanecia.
Una voz de luz y viento se desató en abanico lustrando y moviendo el campo.
Lo mismo que si tallara un monte de sombra a gritos.
Irguióse en sus torsos de agua una laguna cercana, ofreciendo sobre sus palmas
mojadas sus espejos cristalinos.
Se inclino a mirarse un sauce, mientras peinaba, con peines de claridad,
sus trenzas verdes. Y una bandada de patos la cruzó como una señal en el aire.
Allá en un corral distante, apuntó una hilada blanca.
Salian como de un ovillo, las ovejas, enhebrándose. Campo afuera, entre las pajas,
se desgarraban sin ruido.
Y más lejos, todavia, pudo verse una yeguada.
El caballo padre las rodeaba, dibujándolas como a compás en la tierra.
Cuando las tuvo bajo él, ceñidas dentro de su circulo, las desató en derechura
a la laguna. Fué un hondazo. Cayeron como peñascos al agua.
La luz hinchó como un viento el panorama.
Medio flotó alucinada. Parecia que iba a volar, desprendida de los ejes,
como una tela de un marco. Que se iba, tras de las aves, en la furia de los potros,
en el perfume del trébol, toda su alma......
El tren escarbó otro rato.
Por fin, tras una pitada, partió, humeando, rumbo al sol.
Ciego y recto, como un toro sobre un trapo colorado.
Y ha de irse. Y con él también las alas, las perspectivas del vuelo.
¡que chulo!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho...
Besucos
Me ha gustado, quizás porque lo que asocio con la vida, un día partiremos perdiendo las alas. (Con un poco de suerte nos prestarán algunas allá arriba)
ResponderEliminarUn abrazo.