El día espléndido, pero la edad no perdona, y yo acusaba el cansancio de todo un día anterior en el parque de atracciones. Supongo que todos estabamos cansados, incluso el niño. Lo peor para los mayores fue la cantidad de gente que había, y sobre todo la cantidad de niños pequeños, incontrolables, de padres gritando, de niños idem, desde el minuto 1 se me hizo cuesta arriba estar allí, el niño debía palpar la tensión de todos porque decidió crecerse y retarnos, que no te subas ahí, que nos van a echar, que obedezcas o nos vamos, que no te volvemos a traer, que si sigues así te meto en el coche y te quedas allí, que te he dicho que vengas aquí, que me des la mano y no te sueltes que hay mucha gente y te vas a perder...daba igual, él a su aire, él? ¡no hombre no!, todos los miles de niños que había en el parque estaban crecidos, unos llorando, otros gritando, padres fuera de sí, tensión, tensión y tensión, si lo sé no vengo...
El parque debería limitar el aforo. En Cabárceno en Cantabria lo hacen y es muuuuucho más grande. El mariposario me decepcionó, yo no sé si los niños se habían comido las mariposas pero apenas había. Nada que ver con el mariposario de Santillana del Mar. Pero tengo que decir que Diego lo disfrutó cuando la mariposilla se le posó en la mano. Fue un momento dulce...ese y la película en tres dimensiones sobre dinosaurios y también ver el nacimiento de los pollitos.
La comida, la he inscrito en mi libro de records, la peor hamburguesa que he comido en mi vida...después de superar unos tres cuartos de hora de espera y el bloqueo de la chica que nos atendió que mira que era sencillo el pedido, pues pretendía que nos fuéramos sin las patatas y con una hamburguesa de menos. No, no era por manía, ni siquiera por la ley de Murphy que es la ley de la mala suerte... aquí funcionaba la ley de mal de muchos epidemia, a todos les faltaba algo...a mi hamburguesa por faltarle le faltaba hasta la lechuga, que anunciaban fresquísima y solo había dos minihojitas lacias....
La peor parte se la llevó el abuelo que estuvo cuidando de Diego mientras esperábamos el pedido...y soportó los niños de la mesa de al lado pero sobre todo a la insufrible madre, y su monólogo, los otros tres adultos no hablaban. Cuando se fueron yo miré a los míos y les dije: debe ser buena chica... por qué dices eso? la conoces? lo digo porque ha dicho que llevan 22 años juntos...y tiene que ser muy buena chica para poderla soportar 22 años...
Hay una "galería" que se llama animales de la noche...o algo así. Está oscurísimo, hace mucho calor dentro y la mitad de los animales no estaban en su sitio, no fui capaz de verlos, No flash, Silencio. Esto se repetía en todos los recintos o cubículos de la galería, La parte del Silencio no la leyó nadie, salí de allí sudando, con la sensación de que la mitad de esos cubículos estaban vacíos, y con la cabeza como un bombo, espero que los pobres animales de detrás del cristal no oigan todo el vociglerío.
A estas alturas el abuelo ya había dicho que por favor les digamos a los Reyes Magos que el próximo año no le regalen un viaje como ese...y yo me prometía a mi misma volver un día que lloviera, para estar a tono con el lugar, volver un día de perros, en el que no hubiera nadie en el parque...pobrecitos animales, tiene que ser un horror para ellos soportar diariamente a los humanos...a esa cantidad de humanos enanitos...
Uno de los mejores momentos fue éste. La mamá y el niño cerquita para no perderse ni ripio de una actuación de los leones marinos que ésta abuela se sabe de memoria. Es la misma que veo año tras año en Cabárceno, incluso el audio era igual. Así es que esto lo disfruté a tope sentada en el extremo de la media circunferencia, en la parte más alta, en un lugar en el que casi no había nadie...que pazzzzzzzzzzzzzzz zzzzzzzzzzzzzzz
Buscando los pingüinos pasamos al lado de los flamencos, ni tiempo de pensar si estábamos en el ecosistema templado, austral, polar o lo que sea...ya andábamos a toda pastilla porque se hacía tarde para regresar a casita y descansar, y nuestra casita estaba a 5 o 6 horas de viaje...
A través del callejón de los dinosaurios llegamos al recinto de los pingüinos, ya no daba tiempo a más pero me gustó esta parte del parque, había un arenero donde los niños buscaban con brochas los huesos de los dinosaurios enterrados. Diego se hubiera quedado allí.
Decepción con el recinto de los pingüinos. Yo creo recordar que el de Tenerife era mucho más chulo y que el hielo era hielo, sentí pena por los pobres animales. En realidad nunca me han gustado los zoos aunque los he encontrado necesarios para dar a conocer a los niños los animales y fomentar su amor por todo ser vivo, tal vez por eso me gusta Cabárceno, porque cumple ese objetivo y se aleja de los zoos convencionales.
Nos vamos...desandando el callejón de los dinosaurios y rezagada recuerdo la escena de Lo que el viento se llevó... y cual Tara juro que no volveré un domingo a visitar Faunia, incluso creo que no volveré, ningún día de la semana...ni aunque llueva